
Los escritores afrocolombianos siguen captando la atención de los visitantes en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, con la exposición de sus libros que abarcan variadas y atractivas áreas de la literatura, cuyas narrativas presentan al lector fascinantes historias que retratan sucesos históricos y plantean interrogantes y propuestas relacionadas con el desarrollo de sus regiones.
Esta vez, se presentan tres reconocidos escritores que tienen en común haber nacido en el departamento del Chocó y haber transitado en el pasado por entre sus ríos, selvas y barriales, poco antes de migrar a otras tierras en busca de superación académica. Un teólogo y filósofo, una periodista, y el ingeniero industrial Jefferson Mena

Sucedió del 1 al 4 de mayo de 2002. La desgarradora escena del Cristo mutilado de Bojayá y una iglesia destruida con sus muertos y heridos fueron las crudas imágenes que le dieron la vuelta al mundo, cuando en combate se enfrentaron las FARC y los paramilitares, quienes, sin importarles que dentro del templo religioso la mayoría de sus habitantes estaban orando, lanzaron una pipeta bomba que acabó con la vida de 79 devotos de Cristo.
Las memorias de Bojayá relatadas por el padre Antún
El padre Antún Ramos Cuesta acaba de publicar su libro de memorias Bojayá. Relato del sacerdote que sobrevivió a la masacre, de la Editorial Sin Fronteras, que será presentado en la FILBo el próximo 10 de mayo. Aquí, un fragmento de “Preludio. La parábola del padre Antún”:
“Mi nombre es Antún Ramos Cuesta. La primera vez nací en Bagadó, Chocó, el 28 de agosto de 1973, hijo de César Ramos y Carmelina Cuesta. La segunda vez nací en Bellavista, Bojayá, el 2 de mayo de 2002, a mis 28 años, hijo de un Cristo roto, de una iglesia destruida y de niños, mujeres y hombres muertos.
Mi nombre es Antún Ramos Cuesta, tengo 51 años y soy el sacerdote que presidía la iglesia de Bojayá, que estuvo en la mitad de un combate entre las FARC y los paramilitares entre el 1 y el 4 de mayo de 2002, y que fue destruida el 2 de mayo, hacia las 11:30 de la mañana, por una pipeta bomba lanzada por las FARC.
La iglesia fue destruida.
La iglesia.
Cuando digo «la iglesia» no hablo necesariamente del templo. La iglesia fueron aquellos niños en el altar, aquellas madres en embarazo en el altar, aquellos hombres que lloraron de angustia, toda esa congregación, mi congregación, que desde la madrugada del 1 de mayo, cuando se escucharon los primeros disparos de los fusiles, corrieron al templo a refugiarse. La iglesia éramos todos, somos todos, pero, sobre todo, aquellos 79 asesinados y enterrados en una fosa común que no escucharon los llantos de despedida, que no tuvieron un rezo, a quienes les fueron negados incluso los ritos del adiós final.
Mi nombre es Antún Ramos Cuesta. El padre Antún, me dicen. Intenté cuidar a mi iglesia durante los días y las noches de la masacre. Hice todo lo que pude. Cuando todo estaba destruido, ayudé a recoger los cadáveres, oré por nuestros muertos, lo vi y atestigüé todo, y hoy, 23 años después, he decidido contar mi historia.”
¿Por qué?
Porque, para mí, Bojayá sigue siendo un trauma de todos, una herida no resuelta. Aunque Bellavista ya no exista en el lugar donde ocurrió la masacre y allí solo queden la iglesia y las ruinas de nuestras casas, la escuela y el puesto de salud, invadidas por la naturaleza indomable del Chocó, la herida continúa y el dolor es el mismo.
¿Cómo pretender que hemos sanado?
Imposible.
No es posible sanar cuando, 23 años después de la masacre, el Estado aún no ha pedido perdón.
El Estado colombiano no ha pedido perdón.
Pero el Estado tiene que hacerlo porque fue responsable. Porque durante varios años antes de la masacre, nosotros, la Diócesis de Quibdó, la Asociación Campesina Integral del Atrato y la Asociación de Cabildos Indígenas del Chocó, Asorewa, enviamos decenas de cartas alertando a las autoridades del aumento de la presencia guerrillera y paramilitar, y del peligro que venía con todo eso. Y estoy seguro, porque los archivos existen, que entre enero y mayo de 2002 fueron enviadas al menos 10 alertas tempranas al Gobierno sobre el peligro que se cernía en Bojayá, y no hicieron nada. ¿No les importábamos?
Así que tengo que contar esto, repetirlo y decir lo que solo yo sé, lo que nadie más ha sabido, los detalles siniestros del horror de aquellos días en Bojayá, cuando los frentes 5, 34 y 57 de las FARC y el bloque Élmer Cárdenas de los paramilitares iniciaron una batalla que terminó cuatro días después con 79 civiles muertos, 48 de ellos niños y siete mujeres embarazadas. Tengo que contar lo que vivimos la noche del 1 de mayo de 2002, cuando más de 500 personas velamos en la iglesia mientras afuera la balacera continuaba. Tengo que contar lo que significa eso: la vigilia de miedo y zozobra dentro del templo, intentar calmar a los niños y a las niñas, pedirle a Dios y sentir que Dios se ha ido, y luego recoger el cuerpo roto de Dios.
Cuando todo estaba destruido, cuando los paramilitares fueron aplastados por la guerrilla, los muertos recogidos y los guerrilleros se fueron; cuando el Ejército llegó y con ellos los periodistas, y cuando el general Mario Montoya mintió diciendo que aquello no fue un enfrentamiento, sino un ataque directo de las FARC, ahí, en ese momento, yo vi el Cristo mutilado, lo levanté y lo guardé.
El cuerpo mutilado de Dios.
Tengo que contarlo. Hoy, más que cualquier otro día de los 23 años que han pasado desde el día en que todo inició, necesito contarlo.
¿Quién es Antún Ramos?
Antún Ramos Cuesta es sacerdote y defensor de los derechos humanos. Estudió Teología, Filosofía y Ciencias Religiosas en la Universidad Católica de Oriente; Comunicación Social y una especialización en Radio en la Pontificia Universidad Gregoriana (Roma); y tiene una especialización en Intervención Psicosocial en la Universidad Luis Amigó. Fue el párroco de Bojayá durante la masacre del 2 de mayo de 2002, en la que 79 personas murieron tras la explosión de un cilindro bomba en la iglesia del pueblo. Su testimonio ha sido clave en la lucha por la memoria y la justicia en Colombia.
Participó en los diálogos de paz de La Habana y ha dedicado su vida a la construcción de la paz y la reconciliación en comunidades afectadas por la guerra. Actualmente, continúa su labor pastoral en el Chocó, acompañando a las víctimas del conflicto armado y el abandono estatal.
Este fragmento fue publicado con autorización de la Editorial Sin Fronteras.
La Diáspora perdida

“No existen palabras suficientes para expresar la gratitud que siento hoy en mi corazón. El lanzamiento de mi segundo libro La Diáspora Perdida fue un éxito rotundo. La sala llena, mi familia en la primera fila y dos interlocutoras de lujo @yolandaarroyopizarro @desireebelal hicieron de este día uno de los más especiales de mi vida. Valga la oportunidad para agradecerle a todas las personas que estuvieron presentes. Ustedes me hacen sentir que este camino vale 100 % la pena. Agradezco también a mi editorial @intermediocol y principalmente a Dios por llevarme de la mano en el cumplimiento de cada uno de mis sueños. ¡¡¡Ahora sí empieza lo bueno!!!”.Foto: IntermedioCol
La feria del libro más importante de Colombia se convirtió en el escenario del lanzamiento de un libro que llega al mercado para transformar la visión sobre la identidad afro y las dinámicas raciales en el continente. “La Diáspora Perdida. Un viaje por la herencia africana” es el título del nuevo libro de la periodista, escritora y activista afrocolombiana Edna Liliana Valencia.
En este segundo libro, la autora narra, desde una visión crítica y a la vez poética, sus experiencias acerca de la cultura negra en casi una decena de países de Abya Yala durante sus viajes a lo largo del Decenio Internacional para los Afrodescendientes. Todo esto sin desarraigarse de la nación colombiana y realizando análisis pertinentes para construir conciencia antirracista.
En palabras de Shirley Campbell Barr, antropóloga, activista y poeta afrocostarricense, quien escribe el prólogo:
“Edna Liliana Valencia nos conduce por una compilación de historias y experiencias, y nos reporta la realidad que le ha tocado hallar. Esta periodista de profesión analiza su entorno desde los ojos de una mujer afrodescendiente que asume su negritud desde la responsabilidad del análisis y la denuncia”.
El evento de presentación oficial de este enriquecedor texto se desarrolló el pasado sábado 3 de mayo en el Gran Salón A de Corferias, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá. La exposición se convirtió en una apertura simbólica del mes de la afrocolombianidad.
Con este lanzamiento, Edna Liliana Valencia se consolida como una de las autoras prominentes de la Casa Editorial El Tiempo, con el respaldo de Intermedio Editores y la amplia experiencia del Círculo de Lectores. Esto, después del gran éxito de su primer libro, El Racismo y Yo, el cual cumple tres años desde su lanzamiento, prácticamente en la misma fecha, y con el cual la autora ha recorrido innumerables ciudades y países del mundo.
Una Nueva estrategia para el Pacífico Colombiano

la periodista de W Radio Yorely Ibárguen y Glenda Martínez, editora, fueron las ilustradas conversadoras de la presentación del libro Una nueva estrategia para el Pacífico, del escritor Jefferson Mena. Foto: Linda Muñoz

“El libro plantea algo simple pero potente: mirar al Pacífico no como un problema, sino como una oportunidad para repensar el país”.
“Al abordar el Pacífico, me refiero a aproximadamente el 7 % del total del territorio nacional, que comprende 46 municipios y alberga a más de 1.000.000 de habitantes, la mayoría de ellos pertenecientes a pueblos étnicos. Dentro de esta configuración demográfica, se destaca que es el único espacio regional donde la mayoría de la población es de raza negra e indígena”.
Además, dice el autor:
El Pacífico está saturado de diagnósticos; es hora de empezar a actuar.
La región del Pacífico latinoamericano, analizada en el libro, sirve como un caso de estudio para entender no solo el atraso en Colombia, sino también hacia dónde debería orientarse nuestro horizonte.
Las potencialidades del Pacífico deben ser investigadas a fondo, pero también utilizadas de manera real para impulsar una nueva industria.
La industria no es solo extracción: implica estudiar el producto, sus derivados, sus rutas, sus alianzas y el aprovechamiento de sus subproductos.
Es un libro accesible, con análisis claros y propuestas del autor que resultan claves para empezar a construir acciones reales.
El plan debe ser proteger, sí, pero también integrar a la región en las dinámicas económicas del país, no seguir relegándola como un territorio aislado.
Apostarle al Pacífico es también apostarle a un modelo de país más justo, más equilibrado y más consciente de su diversidad.
Pensar el Pacífico es pensar en grande: en cadenas de valor, en educación, en innovación y en autonomía económica.
El libro propone algo simple pero potente: mirar al Pacífico no como un problema, sino como una oportunidad para repensar el país.
Este libro no se limita a describir; propone, provoca y convoca a imaginar un Pacífico
diferente.
Jefferson Mena Sánchez nació en Quibdó, Chocó. Cuenta con más de 25 años de experiencia en el trabajo con comunidades étnicas y organizaciones sociales. Se ha desempeñado como secretario privado del Ministerio de Defensa, con funciones de jefe de gabinete; funcionario diplomático; asesor de varios ministros; director de Convivencia y Pedagogía para la Paz de la OACP; representante del Gobierno en el Consejo Nacional de Reincorporación (CNR); asesor presidencial; exgobernador del Chocó; exconsejero presidencial; y encargado de los temas étnicos en la Procuraduría General de la Nación. Es promotor de consensos que generan sinergias, y conocedor del territorio nacional y sus principales problemáticas en temas de seguridad, derechos humanos, resolución de conflictos y consulta previa.
La presentación de su libro le ha permitido adentrarse en la gama de nuevos y avanzados escritores y conferencistas en la esfera nacional.
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