El Canciller Luis Gilberto Murillo Urrutia y su comitiva llegaron hasta la sala de pediatría del hospital Luis Ablanque de la Plata de Buenaventura y escucharon las voces de sueños y reclamos de los niños internados en el centro asistencial/ Foto: Prensa Cancillería
Los regalos de navidad que a esta hora están en las manos de los niños del Distrito de Agua Blanca y del barrio La Playita de Buenaventura, llegaron gracias al equipo de trabajadores de la Cancillería Colombiana, liderada por el ministro de Relaciones Exteriores, Luís Gilberto Murillo, quien durante dos jornadas se desplazó desde Bogotá, ayudó a la organización del evento, le puso orden a la fila de los niños y se arrodilló en la mesita de la sala de pediatría del hospital local del Puerto Marítimo, para alcanzar un efusivo y tierno diálogo con los infantes internados en el centro asistencial.

Paola Vásquez, secretaria general de la Cancillería, Raúl Rosende Rodríguez, representante de la ONU; Isadora Bennet Snickars, segunda secretaria de la Embajada de Suecia, y Naya Gutiérrez, directora de Adolescencia y Juventud del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), se vincularon a la jornada de solidaridad navideña para con los niños de Cali y Buenaventura, organizada por la Cancillería colombiana/ foto: Prensa Cancillería
Por Antonio Sánchez/Fotoperiodista
La tranquilidad de las calles de la vulnerable y rica zona cultural del Distrito de Agua Blanca se vio interrumpida por la caravana diplomática de lujosos vehículos que llamaron la atención de los habitantes del barrio Mojica, uno de los sectores en donde las cajas de los regalos de la Cancillería llegaron para quedarse en las manos de los niños que nunca imaginaron recibirlos. Las madres que no pudieron asistir con sus hijos le ofrecieron, en agradecimiento, una sonrisa a flor de piel afro, en la que expresaban su felicidad con la mano extendida hacia el Canciller Murillo. Entretanto, las gotas de sudor y su pañuelo blanco se unieron al luminoso festejo para alentar la jornada de sol, música y demasiadas alegrías. Un histórico acontecimiento en épocas decembrinas.
La humildad del Canciller
Los miles de kilómetros montado en un avión, la decena de convenios internacionales firmados en busca del porvenir de los colombianos, la intermediación acertada y sagaz para lograr la tan anhelada paz, la revolucionaria inclusión de los miembros de los pueblos indígenas, palenqueros y afros en la oferta laboral de la diplomacia criolla, inexistente en el pasado porque siempre estuvo reservada para las élites bogotanas, las no tantas y desmedidas y groseras críticas hacia su conciliadora figura y talento irrefutable, la resistencia a tanto agravio con estoico comportamiento, son, entre otros, los eventos por los que ha transitado el Canciller de Andagoya, pero que no cae en las mieles del engreimiento ni se distancia de sus raíces.
Por eso, cuando el Canciller Murillo pisó las puertas del intervenido y casi ruinoso hospital de Buenaventura, su adusto rostro, poco conocido en él, empezó a recorrer entre las paredes mohosas y la quebrada estructura del único centro asistencial de los bonaverenses. Conociendo un poquito al Canciller, logré leer su impotencia ante la debacle de años pretéritos que atestiguaba como invitado especial. Su salud mental no era la misma, sospeché
Las enfermeras, los médicos y el resto del personal que, con las uñas, insomnios y capacidad técnica y profesional, sostienen esta mole repleta de viejas camas, escasos medicamentos y obsoletos equipos, lo estaban esperando con una sonrisa sacada de la decencia y cortesía características de la gente del Pacífico. Ofrendas verbales, ramilletes de aprecio y montones de felicitaciones para con el Canciller Murillo fueron los que antecedieron a las decenas y porfiadas peticiones de los directivos del hospital. Supe que, hace más de 20 años, vienen reclamándole al gobierno nacional sin ser atendidos.



El golazo de la comitiva
Para los que no saben, el Canciller Murillo nació y creció entre los ríos San Juan y Condoto, bajo la sombra de techos de zinc anclados en palafitos que conformaban una hilera de casas uniformadas por sus carencias de servicios públicos, alimentos básicos, víveres, enseres y medicamentos. Sin embargo, el ahora ministro de Relaciones Exteriores lleva en su memoria a la Compañía Minera Chocó Pacífico, factoría gringa extractora de oro y considerada como la entidad que mejor ofreció garantías laborales, sociales y de salud a sus empleados, que sumaban el 70 por ciento de la población. Recuerdo, cuando fuimos a jugar fútbol con el seleccionado del Chocó, año 1975, que ese campamento tropical, incrustado entre la selva chocoana, tenía lujosos servicios de salud en el hospital local, un economato para sus asociados que, como Julio Murillo, padre del Canciller colombiano, trabajaba como Asistente del Jefe de Puerto, según no lo cuenta Mario Serrato, padre del abogado chocoano que lleva su mismo nombre y quien laboró en la Compañía.
Por eso, a medida que caminaba entre la gente que quería saludarlo y tomarse una foto, el Canciller Murillo entró a una de las canchas de fútbol del barrio Montechino, vecinas del hospital, y de su tímida sonrisa, poco antes de leer y compartir un pasaje bíblico con un admirador, pasó a carcajadas y saludos sonoros con el apretón de manos y abrazos sostenidos con los amigos de infancia y de estudiante; futbolistas flacos y gorditos; jóvenes y otros no tanto que lo esperaban para que hiciera el saque de honor. Honor que el Canciller compartió con su secretaria y mano derecha, Paola Vásquez; Raúl Rosende Rodríguez, representante de la ONU; Isadora Bennet Snickars, segunda secretaria de la Embajada de Suecia, y Naya Gutiérrez, directora de Adolescencia y Juventud del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).
El ministro Murillo invitó a sus amigos de comitiva para que patearan el balón desde el punto penal, como si se tratara de una apuesta deportiva que premiara al mejor anotador y enviara desde Buenaventura un mensaje de paz, integración y unidad con el país europeo, con las Naciones Unidas y el resto del mundo.
La diplomática sueca miró fijamente al arquero pasado de kilos y, sin piedad y de manera sorprendente, el balón llegó a la red de manera veloz. «Te estoy metiendo presion» le dijo al ministro. El turno fue para la representante del ICBF, quien, con un puntazo, también logró doblar la resistencia del atajador.
Confieso que, desde que conozco al Canciller Murillo, nunca supe de sus dotes futbolísticas ni tampoco verlo de cortos en recortes de prensa. La expectativa y el silencio colmaron la atención de los casi mil asistentes al gramado del Montechino. El Canciller puso la esférica, chicaneando ser un experto cobrador, con sus zapatos color marrón pisa el césped que le evitara un fallido tiro, regresa 10 pasos atrás, se impulsa y concreta de manera magistral, no solo un golazo al ángulo izquierdo del arquero, sino que selló una tarde de emociones y compromisos para con tanta gente que lo asediaba con aprecio y reconocimiento.














Entre la partería y el gloriado

En Buenaventura fue reconocido el Canciller Luis Gilberto Murillo como Embajador de la Partería, recibiendo por parte de la @EscuelaTallerdeBuenaventura la placa de reconocimiento “Manos de Partera”. Este reconocimiento reafirma su compromiso con la salvaguardia de la partería tradicional, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Foto/ Prensa Cancillería
La entrega se realizó en este importe lugar y contó con la presencia de miembros y representantes de las Naciones Unidas, la Embajadoras, el ICBF, la Alcaldesa de Buenaventura y diversas organizaciones artísticas, sociales y culturales, junto a la comunidad en general.
Durante el recibimiento de la placa, el Canciller exaltó la invaluable labor de las parteras, liderada en el Pacífico colombiano por nuestra pionera Rosmilda Quiñones. Asimismo, destacó la importancia de armonizar la partería tradicional con los sistemas de cuidado promovidos por el ICBF, garantizando la protección y continuidad de este saber ancestral.
Como un gesto de conexión con nuestra cultura, el Canciller también recibió la receta del gloriado, una bebida ancestral que honra nuestra tradición, elaborada por Mama Minda – Marca @Asoparupa. Este acto simboliza la transmisión de los saberes que nutren nuestra identidad y fortalecen nuestro legado.








Las sonrisas de Aguablanca




























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