Comerciantes y transeúntes que observaron el despiadado crimen en contra de dos jóvenes afros escucharon la sentencia amenazante de los sicarios: “hay que acabar con estos negros”
En el barrio Caracolí de la localidad sur de Ciudad Bolívar en Bogotá, los afrodescendientes están siendo asesinados y obligados al destierro por parte de sicarios que se autodefinen en la zona como los “encapuchados”, y que le causaron la muerte al bailarín Edward Samir Murillo Ramírez, en la gràfica, y a su amigo Daniel Perlaza.
Seis impactos de bala segaron la vida de éste ejemplar artista que recién había llegado de Barranquilla. Sus caderas al son de la chirimía deleitaron a la multitud carnavalera en la fiesta de la capital del Caribe. Se vino desde el Chocò hace tres años para Bogotá a buscar una mejor oportunidad y lo mataron
Sus 20 años de edad terminaron el pasado jueves nueve de abril, fecha Gaitanista que también enlutaron a la familia Murillo Ramírez y a los 120 bailarines que hacen parte de la corporación cultural y folclórica de música, danza y teatro afrocolombiana al Son del Yembé, cuando en compañía de su amigo Daniel fueron sorprendidos a pocas cuadras de su residencia por dos sicarios, que ante el llamado de “Niche” el asesino le descargó los seis cañonazos sobre la humanidad del danzante Chocoano.
El otro sicario se encargó de dispararle a su amigo Daniel, quien recibió dos balazos. Aún herido de muerte intentó socorrer a Samir quien se desangraba en el pavimento con la misma rapidez que huían sus homicidas. Las graves heridas en el tórax de Daniel le produjeron la muerte en el hospital el Tunal.
Comerciantes y transeúntes que observaron el despiadado crimen en contra de éstos jóvenes amigables, sin antecedentes judiciales y exponentes de la cultura afro escucharon la sentencia amenazante de los criminales: “hay que acabar con estos negros”
El AfroBogotano estuvo en la funeraria Tequendama ubicada frente al hospital San Juan de Dios, y habló con algunos dolientes que en su mayoría son jóvenes residentes de esa convulsionada localidad que cobra vidas de la comunidad afro por parte de bandas criminales que no han sido controladas por las autoridades colombianas, y que a través de las armas de fuego y corto punzantes matan sin control alguno.
Juan de Dios Mosquera, presidente del Movimiento Cimarrón, ONG que promueve los derechos humanos de la comunidad afrodescendiente y presente en la escena velatoria, acusa al gobierno Capital de la indiferencia en estos casos de racismo. Y advierte que políticas públicas en defensa de la etnia anunciadas en campañas políticas y con bombos y platillos solo han servido para engrosar los anaqueles de los archivos politiqueros y gobiernistas. “Un muerto de un afro de forma violenta en Bogotá a nadie le importa”, enfatizó el activista afro
Entre tanto, jovencitos como Lina, Ignacio, Milena, Johan, Maicol, Yesenia, Jeison, Fulgencio y Yesid, con lágrimas y voz entre cortada coinciden en afirmar que ésta Bogotá racista incubó con balas su accionar en las localidades de Usme, Bosa, Ciudad Bolívar, Suba Tunjuelito, San Cristóbal, Kennedy y Antonio Nariño. El accionar de la policía se ha convertido en un reiterativo llamado de pedir la cedula, enfatizan
Con Bailes y cantos sus amigos despidieron al bailarín
Recalcan que el sueño Bogotano para mejorar su condición de vida y contribuir al tejido social, político, económico y cultural de ésta ciudad se trunca porque las autoridades no controlan a las franjas criminales y la Alcaldía de Bogotá con sus políticas promeseras no posibilita el ascenso laboral de quienes han escogido a Bogotá como una ciudad de oportunidades.
“Nos desplazamos a Bogotá huyéndole a las balas y a la muerte y, éstas las encontramos poco antes de cumplir nuestro sueño”, indican los dolientes de Samir y de Daniel.
La coherencia ancestral africana se hizo presente en la humilde casa fúnebre de la calle primera con doce cuando los asistentes y colegas del acribillado Samir, danzaron y cantaron frente al ataúd como un símbolo de reconocimiento a sus dotes artísticos.
“Ellos no merecían morir así, eran jóvenes buenos, amigables, trabajadores y decentes. Samir, estaba haciendo relaciones para viajar a Alemania, país donde había hecho contactos. Sus excelsos dotes de bailarín le habían abierto las puertas al sueño que hace tres años confió en Bogotá”, dicen sus amigos frente al féretro de quien en vida los hacía reír en noches de un arroz con queso y al son del ritmo de salsa choque, reguetón y la melodía del grupo niche
Mientras Bogotá se celebraba la cumbre universal de arte cultura por la paz, se marchaba por las víctimas del conflicto armado y la paz y, en Panamá se celebra la VII cumbre de las Américas, en Caracolí, porción suburbana de Bogotá y nombre originario de las plantaciones de árboles hoy en extinción, el racismo, la xenofobia, la discriminación, el terror y la muerte se aposentan sin remedio
A esta hora, doña Sandra Ramírez, madre de Samir, aseadora de un centro docente de Bogotá y estudiante de sicología, ocupa por primera vez el puesto de copiloto de un vehículo mortuorio; con la vista privilegiada de mirar la flora y el paisaje de cuatro departamentos andinos, rumbo al Chocó.
En su interior lleva una maleta con su ropa de luto y a su hijo único muerto dentro de un cajón de madera. Se lo entregará a su padre y a la tierra que lo parió: Cérteguí-Chocó.
Una vez partió el carro fúnebre con Samir en su interior, James López, el comisionista de viajes funerales nos informó que son 18 horas las que viajarán doña Sandra, Samir y el conductor. Un millón ochocientos mil pesos son los costos que cobra la funeraria por esta tragedia que originaron dos sicarios que hasta el cierre de esta edición no hay retrato hablado de los asesinos ni recompensas, como ocurre si el doble crimen hubiera ocurrido con otro grupo poblacional y al norte de la ciudad.
Al cierre de esta edición no hubo rueda de prensa, comunicado de prensa ni testimonio alguno del comandante de policía de Bogotá.
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