Entidades como el Ministerio de Cultura y la Cancillería Colombiana le tienen puestos los ojos a las Fiestas Franciscanas de Quibdó-San Pacho-, para que esta expresión popular vaya más allá del jolgorio y se apropie del sentimiento patrio de los Colombianos y sume aún más al inventario económico y cultural del país y del mundo.

Fotos/AntonioCalidadSànchez

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Por, AntonioCalidadSànchez

Por eso la maratónica jornada que realizó en Bogotá el presidente de la Junta de las Fiestas franciscanas, Ramón Cuesta Valencia, se asemejó al extenso y fervoroso recorrido que realizan en Quibdó sus miles de feligreses y turistas por las doce estaciones, durante los quince días que dura el festejo de un alto contenido religioso.

Cuesta Valencia, administrador agropecuario, gestor cultural y miembro del barrio las Margaritas, llegó a la capital colombiana en un moderno avión de Satena el pasado miércoles, luego de cuatro horas de espera en el aeropuerto El Caraño de Quibdó. La bruma que por estos días entristece el cielo de El Dorado le cobró un amplio retraso para atender las múltiples citas que había agendado días antes.

El tradicional hotel Americano, que parte en dos a las carreras novena y décima en la central calle 23, le tenía reservada su siempre habitación de tres estrellas y un guardarropa para tender su maleta de 30 kilos. Una caja de cartón repleta del infaltable borojò de Doña Josefa, la famosa longaniza de Remojado y de aguardiente platino, hacían más estrecho su cuarto de habitación de 10 metros cuadrados.

El aguardiente de los chocoanos, ganador en otrora de premios nacionales por su exquisitez a base de anís, tuvo que asilarse en Cali y en Manizales por la incompetencia de los dirigentes Chocoanos para sostener la única factoría de la època, ubicada en el barrio Huapango de Quibdó. Hoy, camionadas de botellas con el licor son trasportados desde la empresa de licores de Caldas hasta las calles Quibdoseñas y, desde allí a los 30 municipios que componen la regiónSANPACHO CACHE

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El amigable directivo Franciscano, a veces incomprendido por sus pares, se vistió de corbata roja y camisa azul y manga larga. De sus hombros colgaba un negro maletín ejecutivo. La cremallera se apretó con los vendajes que delicadamente envolvió en bolsa plástica para traer a Bogotá.

En su mano izquierda cuatro pesados libros amenazaban cansancio y desnudaban su rengueo caminar.

Fotoportada/Luis Alfonso Orozco

Fotoportada/Luis Alfonso Orozco

Se trataba de San Pacho en Quibdó, Fiesta y Religiosidad. Un fascinante paneo de la historia y presente de las fiestas de San Francisco de Asís que el antropólogo William Villa construyó durante diez años. Una investigación profunda y detallada de la fiesta más importante de los Chocoanos. 239 páginas fueron suficientes para describir este carnaval de la afrochocoanidad

Dentro de sus bien diseñadas portadas, acompañan a este seductor y delirante relato, espectaculares fotografías preñadas de alegría, historia y talento. Trabajo investigativo que realizó el fino lente del afamado, reconocido ilustrador y retratista Luis Alfonso Orozco.


Foto/AntonioCalidadSànchez

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El letrado y compositor de “La Vamo a Tumbà”, Octavio Panesso, presenta la obra literaria diciendo que la fiesta de San Pacho es espacio de alegría y esa es la mejor enseñanza que la población de Quibdó le ofrece a la humanidad. Durante el periodo de fiesta la felicidad es el modo como el chocoano enfrenta ese mundo adverso, es la manera de olvidar la guerra, el hambre y todas las tristezas que invaden al mundo. En Quibdó, en la calle, cuerpo a cuerpo, por medio del revolú, se enseña la alegría. Es por ello que la humanidad debe conocer ese rincón de la geografía donde San Pacho enseña una forma de vivir la religiosidad y de experimentar la felicidad

Foto: Luis Alfonso Orozco

Foto: Luis Alfonso Orozco

 


 

La primera estación del embajador Sanpachero fue en el ministerio de cultura. La sonrisa y regocijo del director de poblaciones, Moisés Medrano, no las pudo aplazar al recibir el lujoso ejemplar del seráfico de Asís.

La doctora Vanessa Aguilar Moreno, secretaria para asuntos ètnicos del  del partido liberal, acompaña  a Moisés Medrano y a Ramòn Cuesta en la oficina de Poblaciones del Ministerio de Cultura.  La lideresa Aguilar Moreno, en representaciòn de la casa polìtica se uniò al equipo de apoyo Franciscano en Bogotà./foto: AntonioCalidadSànchez

La doctora Vanessa Aguilar Moreno, secretaria para asuntos ètnicos del del partido liberal, acompaña a Moisés Medrano y a Ramòn Cuesta en la oficina de Poblaciones del Ministerio de Cultura. La lideresa Aguilar Moreno, en representaciòn de la casa polìtica se uniò al equipo de apoyo Franciscano en Bogotà./foto: AntonioCalidadSànchez

Capacitar a la junta franciscana, autoridades civiles y eclesiásticas en temas relacionados con la formulación de proyectos culturales y financiados por el sistema nacional de regalías, fue la mejor cortesía de respuesta del alto directivo de la entidad rectora de la cultura. Subrayando que existen recursos para la comunidad afro que ascienden al 8% y que en su mayoría no son aprovechados por los municipios y entidades. “La mayoría de ellos se pierden” recalcó

El Libro es una herramienta para que la fiesta camine fuera de su territorio, dijo Alberto Escobar, director de Patrimonio del Ministerio de Cultura/foto: AntonioCalidadSànchez

El Libro es una herramienta para que la fiesta camine fuera de su territorio, dijo Alberto Escobar, director de Patrimonio del Ministerio de Cultura/foto: AntonioCalidadSànchez

El director de Patrimonio, Alberto Escobar, le recomendó agregarle a la fiesta postales, recordatorios y reservarles a los turistas un espacio dentro de los desfiles y demás cuadros del festejo. “He querido comprar una máscara Sanpachera en el aeropuerto de Quibdó para regalársela a mis familiares y no ha sido posible”

Seguramente habrá otras formas de crear empleo y recibir recursos, producto de la fiesta, dijo el jefe de la cartera patrimonial

Mariana Garcés, una Sanpachera clave en la Salvaguardia

Mariana Garcès, ministra de cultura comparte con Ramón Cuesta y Yackson Ramírez, dentro del marco del acto de inauguraciòn de la sala Naciòn Memoria, que el museo nacional destacò para exhibir y promover los sìmbolos museòlogos de las fiestas de Colombia , en las que se incluyò a San Pacho y su bastòn de mando. /foto: AntonioCalidadSànchez

Mariana Garcès, ministra de cultura comparte con Ramón Cuesta y Yackson Ramírez, dentro del marco del acto de inauguraciòn de la sala Naciòn Memoria, que el museo nacional destacò para exhibir y promover los sìmbolos museòlogos de las fiestas de Colombia , en las que se incluyò a San Pacho y su bastòn de mando. /foto: AntonioCalidadSànchez

Fotos/AntonioCalidadSànchez

Fotos/AntonioCalidadSànchez

SANPACHO BOROJO BANDERAEl recién nombrado director de la Direcciòn de Asuntos Étnicos de la Alcaldía de Bogotá, Sebastián Londoño, David Soto, de la Fundación ACUA y Luis Armando Soto, quien coordina los asuntos culturales de la cancillería colombiana y es secretario ejecutivo de la comisión nacional de cooperación con la Unesco, coincidieron en sugerir que la fiesta hay que posicionarla como un patrimonio de los Colombianos. Teatros, museos, plazoletas de Colombia y ciudades de Europa, África y de Estados Unidos, deben conocer y conectarse con esta máxima expresión popular de carácter festivo religiosa.

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Cuesta Valencia, respondió a las buenas intenciones de, a quienes considera sus amigos y compañeros de trabajo, reconociéndoles el invaluable aporte que hicieron para Salvaguardiar la fiesta, que a la postre abrió el camino para que San Pacho fuera declarado patrimonio mundial de la humanidad. Superlativa distinción que incluye a los asesores, junta directiva, presidentes barriales, comunidad en general y a Yackson Ramírez, como los también aportantes Franciscanos.

De manera excepcional le reconoce la dedicación y apoyo de la señora ministra de cultura Mariana Garcés, “ella es una Sanpachera que se ganó el corazón de los cambamberos” anota sonriente, minutos después de ofrecerle las 239 páginas con el pasado y presente de San Pacho

Foto/AntonioCalidadSànchez

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Desde el año 2004, una genuina réplica del bastón de mando de San Pacho se exhibe en urna de cristal en la sala Naciòn Memoria del museo nacional de Bogotá, el más importante de Colombia y el tercero en Latinoamérica.

El periplo de la máxima autoridad de la fiesta franciscana terminó la noche del sábado. Atendió una entrevista para La Voz del Chocó de RCN y para El AfroBogotano.

Contento con el deber cumplido levantó vuelo el pasado domingo, de regreso a Quibdó, con la maleta cargada de apoyos y futuros proyectos que socializó con los doce presidentes de los barrios que componen este inigualable festejo Quibdoseño.

Prometió volver con una postal artística representativa de la fiesta para presentarla en Bogotá en los próximos días.


San Pacho y Andagoya

Andrés Forero, Asesor de Patrimonio Inmaterial.

señala que la organización barrial de San Pacho es un elemento importante por el compromiso de Protegerla y Salvaguardiarla como un testimonio de nuestra identidad nacional. Es una forma de participación ciudadana y democrática. Las relaciones sociales que se construyen antes y durante la fiesta son de respeto y de comunicación intergeneracional

Andres Forero/foto: AntonioCalidadSànchez

Andres Forero/foto: AntonioCalidadSànchez

Apunta que en el caso de los alabaos de Andagoya hay una riqueza ritual y de solidaridad en donde a una persona de la comunidad no se deja sola en el dolor, el duelo es compartido. Se le informa a él o a ella que hacen parte de esa gran familia llamada comunidad, así no lleven los mismos apellidos.

Andrés Forero, es un joven antropólogo, oriundo de Barranquilla y con una alta sensibilidad por los ritmos, cantos y danzas de carácter ancestral. Acompañó al grupo de salvaguardia de la fiesta Seráfica y al desarrollo de la agenda del presidente Ramón, como él lo llama


Cuando empieza la fiesta.

  • Va del 19 de septiembre al 5 de octubre
  • Ciudad. Quibdó
  • Hotel sugerido: Los Robles
  • Aerolínea: SATENA
  • Asesorìa y contactos: Fundación Fiestas Franciscanas de Quibdò, carrera 4 nùmero 25-08, barrio Pandeyuca-tel.6717965. www.sanpachobendito.org

De cómo William Villa aprendió a mirar al santo

 

William Villa estudió en Bogotá en la Universidad Nacional.

-Siempre tuve la curiosidad de entender el significado de la batea de oro que desde chiquito veía en mi casa, en Ibagué-.

Así, directamente con una sonrisa cautelosa respondió William la pregunta de por qué había escogido la carrera de antropología.

-Hay razones intelectuales y razones del subconsciente, pero a la edad que tomé la decisión uno va motivado más por las segundas -añadió.

Alto, delgado, de maneras suaves y frugales seguía siendo el individuo serio y reservado que sus compañeros de estudio recordaban, pero que no habían vuelto a ver durante años. Desde 1980, se había ido a trabajar como profesor de universidad en el Chocó, y más tarde en proyectos de estudio y asesoría con organizaciones internacionales.

En los primeros días de octubre de 1982, la fiesta de san Francisco de Asís en Quibdó estaba a punto de terminar. Después de haberla presenciado con el interés de un investigador social, William caminó hasta el barrio Pandeyuca. Quería ver a doña Mariquita Caicedo quien pese a sus sesenta y tantos años, seguía siendo adalid de las fiestas de ese santo que para los chocoanos es san Pacho. Con gusto le aceptó un vaso del último guarapo con el que por esa época del año, ella agasajaba a quienes fueran a visitarla.

William Villa, antropòlogo y editor de San Pacho en Quibdò, Fiesta y Religiosidad/foto: archivo particular

William Villa, antropòlogo y editor de San Pacho en Quibdò, Fiesta y Religiosidad/foto: archivo particular

Conversaron sobre las historias de la carrera primera. Allí habían vivido los blancos hasta cuando los incendios empezaron a cambiar el trazo de la urbe que crecía y separaba a los negros de los blancos y de los mestizos. En fin, sobre el santo, el carnaval y toda esa historia regional que a William nunca le habían contado en la universidad.

Se había propuesto conseguir en el Chocó los materiales para su trabajo de grado. Sin embargo, jamás se imaginó que pudiera ser tan descomunal el impacto que le ocasionaran el área y su gente.

-Al llegar al Chocó -dijo William-, padecí el choque cultural más grande de mi vida. Allí ya no era negro, sino paisa. Pero yo me veía a mí mismo como negro. Mi padre era negro, parte de un tronco de mineros que habían llegado a Risaralda. Además, yo era pensado como negro. En mi familia era el más oscuro de todos y cariñosamente me llamaban negro. El choque fue tener mi imagen y luego de llegar allí, verla destruida. Lo que a mí me pasó es que… bueno, el Chocó es otro mundo, pero yo me preguntaba y, ¿por qué en la universidad no nos han hablado de eso?

Claro que se sabe que en el departamento de Antropología se han discutido con solemnidad «la formación del Estado nacional y las minorías étnicas» que para la mayoría de profesores siguen siendo las sociedades indígenas. Se ha enseñado una etnohistoria en donde los negros colombianos no aparecen. Ni como minorías étnicas, ni como mayorías de alguna clase social. A lo sumo, se les ha mencionado como esclavos. En fin, una antropología en donde aún los antropólogos negros y sus escritos han sido suprimidos.

Si después de años de dejar de ser estudiante William hacía hincapié en este tema, probablemente aún existían huellas de su desencanto con el programa de estudio. Así lo había dicho en su excelente ensayo Carnaval, Política y Religión (Fiestas en el Chocó), entregado a las autoridades universitarias en 1984.

«No pensaba que de pronto me encontraría en otra nación, había estudiado antropología y la historia de la antropología en Colombia que allí enseñaban no hacía referencia alguna a la contribución grande de Rogerio Velásquez con sus investigaciones sobre la región del Pacífico».

Efectivamente, Rogerio Velásquez, el primer antropólogo chocoano graduado en 1950, había descrito en 1957 la fiesta de san Francisco en Quibdó cuya épica legendaria como la de otros santos, ha pasado de boca en boca en la tradición oral. Solo que la suya cuenta con una documentación histórica que puede consultar en archivos. En los folios de 1648, se lee que el santo llegó con cuatro indios intérpretes y guías de un par de franciscanos: Fray Matías Abad y el hermano Jacinto Hurtado. Salieron de Cartagena con el apoyo del gobernador Pedro Zapata de Mendoza. Con la pretensión de «pacificar» a los indios y allanar la ruta del oro en el Chocó. Pero los intereses de Fray Matías iban más allá de lo espiritual. Antes de ser limosnero en el Convento de Cartagena, había sido minero en Mariquita.

Por supuesto que los frailes no lograron su cometido tan fácilmente como se lo creyeron en Cartagena, pero sí convencieron a un grupo de indios para levantar una especie de iglesia para el santo, a orillas del Atrato. Luego de terminada, concertaron con ellos la preparación de unos festejos el 4 de octubre del mismo año. Para los frailes significaría la entronización de san Francisco en la comarca. ¿Y para los indios? Lo único que se sabe es que éstos con un jefe a la cabeza, llegaron con quince de sus embarcaciones, bogas, bebidas y una cantidad de pescado para una comilona. Hombres, mujeres y niños ataviados en coloridos ornamentos corporales, ocuparon catorce canoas y en la que destinaron a los frailes, éstos acomodaron a san Francisco. Aunque el grupo de citaraes se divirtió de lo lindo con su jefe a la cabeza, que hacía sonar una campanilla y dirigía la danza de las canoas en la mitad del río, ello no significó la sumisión indígena. Eso sí, parece que produjo la primera noticia documentada sobre la tradición de las actuales balsadas de santos en el litoral Pacífico.

Por el contrario, los esfuerzos de los misioneros para obligar a los indios a asentarse en pueblos alrededor de una iglesia provocaron indignación y violencia. Tanto que Fray Matías murió asesinado al año de estar en el Atrato. Y en 1669 hubo una masacre de 4 de los 12 misioneros que insistían en reducirlos a poblados, hasta que en 1684 los indios quemaron y abandonaron Citará, que después sería Quibdó. Seis años después, cuando nuevos aventureros en busca de oro llegaron con cuadrillas de esclavos y curas seglares, el santo fue acogido por la población negra de mineros convirtiéndose en san Pacho.

Sentado en un taburete, sobre la acera, recargado contra la pared de la casa de Mariquita, William con su visible temperamento tranquilo barajaba sus pensamientos. Una lluvia torrencial al medio día había vaciado las calles llenas de gente. Miraba las espiras de vapor que se levantaban dondequiera que los rayos tibios del sol pegaban en la calzada de tierra y arena. Volvía a sentir la fascinación que horas antes había experimentado al ver grandes mariposas como de papel celofán rosado, suspendidas sobre la estatua de san Francisco. De repente irrumpían la música de la tambora, la requinta, los platillos y el clarinete. Y luego saltaban encima de los rezos de la multitud.

Las calles del puerto estaban saturadas de un ambiente profano y sagrado. Vapores del baile de la noche anterior y olores a santidad crecían a medida que se iniciaba la procesión con cirios y flores. Los adoradores del santo vestidos con el hábito carmelito, se arremolinaban en la puerta de la catedral y extasiados iniciaban el paseo. Otros se unían a la procesión con manojos de velas como ofrendas. Pero los más gozaban el placer místico de la romería al compás de la chirimía y bajo sus sombrillas que atajaban los penetrantes rayos del sol, antes del aguacero del medio diaLos santos pasean en canoas que amarradas unas a otras forman balsadas. Los devotos a los santos también peregrinan por los ríos en balsas de trozas de madera. En Istmina, río San Juan. Foto: Cortesía J. M. Múnera.

San José se fue pa’l monte / a labrar cuna y batea. María quedó cosiendo / pañales sobre la mesa. Arrullando a la virgen en diciembre 1987. guapi, Cauca Foto: N.S. de Friedemann.

En procesión. Barbacoas, Nariño. Foto: R.J. Duncan 1972.
En el velorio a un santo. Río Güelmambí, Nariño 1972. Foto: R. J. Duncan.

Cruz del Carmen Banguera es Jesús de Nazareno. Semana Santa en Coteje, Cauca 1988. Foto: N.S. de Friedemann

 

Pilatos. Semana Santa en Coteje, Cauca 1988. Foto Greta Friedeman

Altar de santos. Iglesia de Coteje, Cauca 1988. Foto: Greta Friedemann

En Semana Santa con vestidos nuevos y peinados de caracol y riñón. Guapi, Cauca 1988. Foto: N.S. de Friedemann

Monseñor Alberto Lee, Prefecto apostólico de Guapi. Domingo de Ramos. Semana Santa 1988. Foto: N.S. de Friedemann

A Pilatos y a las ánimas que descienden del purgatorio, los niños los espantan con la estridencia de sus pitos o churos. Semana Santa en Coteje, Cauca. Foto: N. S. de Friedemann 1988.

El santo llevado en hombros vestía la túnica de la humildad franciscana, amarrada su cintura y su pobreza con un magnífico cordón grueso tejido en hilos de oro de 24 quilates, obsequio de los mineros pobres de los ríos chocoanos. Así anduvo debajo de arcos y sobre altares en los doce barrios del populoso Quibdó. Como si con ello quisiera evocar el tiempo antiguo cuando navegaba en canoas de caserío en caserío a lo largo del Atrato.

La voz animada de Mariquita regresando desde la cocina deshizo el cúmulo de brillantes imágenes que William veía entre las volutas de vapor que continuaban levantándose del piso.

-¿Viste la cara que traía el santo? Uno sabe cómo será el año entrante… si su rostro aparece iluminado, si viene sonriente, entonces vendrá un año bueno…

El levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los párpados arrugados y el brillo risueño de las pupilas de la vieja Mariquita. En su expresión reconoció el fulgor místico del semblante de los adoradores de san Pacho. De aquellos con quienes el santo tenía establecida una relación de intercambio de favores y milagros por promesas, plegarias, velas y regalos de oro. Lo había percibido en su peregrinaje de investigación a lo largo de los ríos chocoanos en las fiestas de tantos santos navegantes. Sobre el río San Juan en las balsadas de la Virgen de la Pobreza que residía en Tadó, en las balsadas de la Virgen de las Mercedes con asiento en Istmina, en el río Condoto en las celebraciones de Nuestra Señora del Rosario o en las del Ecce Homo en Raspadura, entre el Atrato y el San Juan. Pero también había oído de los ritos acuáticos de Santa Bárbara en el río Timbiquí y en el Guapi de las balsadas con la Virgen Inmaculada. Más hacia el sur, los paseos en canoa del Señor del Mar por los canales y los brazos del río Patía, así como de las peregrinaciones en canoas y las danzas de la Virgen de Atocha en el río Telembí y afluentes como el Güelmambí. Y a todos estos santos también se les llama familiar mente: La Mercedes, La Atochita, Antoñito.

Desde luego que al comparar cada una de esas celebraciones con la otra y con todas las demás, salía a flote la experiencia espiritual de la sociedad negra y sus manifestaciones en un lenguaje compartido. El gesto, la poesía de los arrullos y las décimas, el golpe de los tambores y la danza que son formas de conversación con los santos en todo el litoral Pacífico.

Figuras religiosas, estas del catolicismo e impuestas desde tiempos coloniales por los amos, pero detrás de las cuales posiblemente se habrían refugiado quien sabe qué personajes del lejanísimo pasado religioso africano.

William descubría el sello de una alianza entre los devotos y el santo. Según su opinión, éste al dejarse moldear por las formas institucionales y religiosas de los negros, por el ritmo musical y por la afición teatral, se había vuelto mulato, además de cambiar el apelativo Asís por el de Quibdó. ¿Acaso esta estrategia sería la que adoptaron los santos católicos frente al pensamiento religioso africano de los esclavos?

O más bien, las deidades africanas en el litoral Pacífico como en Cuba y en Brasil, para sobrevivir ¿se pusieron la máscara de los santos para proteger a sus devotos? Porque a Changó, por ejemplo, se le encuentra detrás de Santa Bárbara. Y Orula u Orumila, el viejo lleno de secretos y de poderes de adivinación del panteón Yoruba en Cuba, tuvo que disfrazarse con los atuendos y las esencias del poder de san Francisco de Asís, a quien allá aún le cantan:

Después que yo hice todo
lo que san Francisco habló
noté que cambió mi suerte
todo el mal se me quitó
después que yo me hice ese ebó
todo el mal se me quitó
con san Francisco y Changó
todo el mal se me quitó…

De todos modos, a William no le quedaba duda de que en Quibdó la práctica protectora de san Pacho es indiscutible. Durante el terrible incendio que consumió las casas de la carrera primera y cuando el fuego como un monstruo satánico enviaba sus coletazos en todas direcciones, las gentes de los barrios aterrorizadas echaron mano de la imagen de san Pacho, para defenderse. Del mismo san Pacho que en las fiestas llevan a pasear por la noche hasta la catedral y por la mañana regresan al barrio, mientras se alista el desayuno franciscano tradicional: pastel de arroz con cerdo, chocolate y pan.

Lo extraordinario es que Mariquita revivía cada minuto de la candelada y seguía relatando:

-Con todas las imágenes de san Pacho de todos los barrios la gente formó una especie de barricada alrededor de la carrera primera, frente al Atrato. Allá las llamas devoraban las casas de los blancos, pese a que ellos también habían llevado al sitio del incendio la imagen grande de san Francisco que permanece en la catedral.

Hoy por hoy, el milagro que san Pacho hizo a los barrios de los negros es palpable. Sus casas se salvaron del fuego. La historia conmueve más porque en Quibdó aseguran que el santo sintió en carne propia el siniestro, tanto que esa noche lo vieron llorar.

La tarde se oscureció. Las horas pasaron velozmente. Mariquita sí sabía historia. Aún la del almendro que existía en el Parque Centenario y que albergaba bandadas de golondrinas hasta cuando a alguien se le ocurrió talarlo, y éstas buscaron refugio en la torre de la catedral. Ahora William entendía el vuelo de fuga de las golondrinas el tres de septiembre, víspera del comienzo de la fiesta de san Pacho: Frente a la catedral, los tambores convocaban al santo y a la gente a la fiesta, con una percusión tan potente que el tam tam en su camino al firmamento despertó a las golondrinas. Dos años después de haber entrevistado a Mariquita, William Villa al escribir el primer párrafo de su ensayo declararía con una certeza apabullante:

-¡Esa noche aprendí a mirar el santo!

 

Referencias

Barnet 1961, Caicedo 1977, Friedemann 1966-69, 1974b, 1982, 1988a, Friedemann y Arocha 1982, Martin 1983, Motta González 1986, Naranjo 1986, Sharp 1976, Velásquez 1960, Villa 1984.