Las aguas del rio Atrato, la Catedral Franciscana, la Carrera Primera y el Malecón Jairo Varela, de Quibdó, sirvieron de marco solemne para despedir los despojos mortales del periodista y abogado Ivan Cañadas Garrido. Su hijo menor, Miguel Vicente Cañadas, lo acompaña solidariamente/ Foto Antonio Sánchez.
“Los amigos son esa familia que elegimos para recorrer el camino de la vida. Hay amistades fugaces, amistades de la infancia, amistades para toda la vida. Es un concepto enorme, maravilloso y tan difícil de abordar, que nos cuesta hacerlo con unas palabras. Os dejamos pues, con esta maravilla atribuida a Borges sobre la amistad, uno de los amores más puros y sublimes que existen”.
Por Antonio Sánchez/ El AfroBogotano.
No tuve fuerzas para llegar hasta su ataúd. La cobardía para enfrentarlo vencido y disminuido en sus pieles, me distanciaban de su féretro, pero aumentaban las ganas de verlo. Cosa rara que, solo la muerte y la vida lo descifran cuando, a quien tienes al frente, has compartido en amistad por más de 25 años. Conociéndolo, Ivan Cañadas Garrido, nunca se dijo en el espejo que partiría de la tierra más temprano que tarde.
También les confieso que no quise subir al púlpito Franciscano, luego de terminada los oficios litúrgicos en su honor con la alentadora homilía del vicario de Quibdó, Napoleón García y la concelebración de los presbíteros César Augusto Perea y Yesid Sánchez, porque de Ivan aprendí que no se debe escribir ni hablar con el dolor fresco y a cuestas. Hoy, desde Bogotá, me atrevo a escribir estas palabras en su memoria y homenaje.
La sala de velación La Esperanza, de Quibdó, lugar donde reposaban sus despojos mortales, me recibió fría y medio solitaria. La hora meridiana del pasado lunes festivo del 6 de enero de 2022, marcaba el reloj de la cita más angustiosa y dolorosa a que haya podido asistir para acompañar a un amigo en su viaje celestial. Una parte de sus familiares intentaron, luego del apesadumbrado encuentro, impulsarme a que me parara frente a Ivan. “Vaya y lo ve, yo también sentí lo mismo, anímese, tú eras su mejor amigo” me dijo su sobrino, el periodista Harold Abueta Cañadas. No me alcanzó la fortaleza para cumplir su pedido. Además de lo incierto del momento, quería dejar en mi memoria, la bella imagen física del Ivan que yo conocí: salsero, dicharachero y de bigote conquistador.
La muerte y el jolgorio son dos de los momentos cruciales de la vida: el de la felicidad y la tristeza. En ella, no solo se conjugan emociones diversas, sino, cuando aparece, es el punto de encuentro de amigos, familiares, simpatizantes y dolientes comunes que, expresan su solidaridad a través de su gris y blanca vestimenta, cánticos, rezos y palabras de compasión, salidas del corazón.
Y a ese escenario tétrico, Iván Cañadas, nos convocó contra su voluntad. Iván le huía a ese tipo de eventos sociales. Le daba recelo y poco lo expresaba, pero, sin escapatoria, en los decesos de sus allegados, parientes, algunos amigos y familiares, ahí estaba él. Se desprendía con suma facilidad de sus egos para entregar sus emociones de pesar y consideración sin mirar de reojo, sin detallar los estratos sociales y sin preferencias políticas, de raza o religión. Allí empecé a conocer la grandeza de este hombre virtuoso.
La vigilia en torno a su talento y figura se prolongó durante dos días y medio, dando espera a la llegada a la ciudad del resto de sus familiares y amigos. Y así fue. Esta vez, diferente a las fiestas familiares de diciembre en Santa Marta, Bogotá y Quibdó, el luto se apoderó del festejo en donde la sonrisa se apagó y el periodismo y su tronco familiar, con su desaparición, sufrieron uno de los golpes más fuertes en los últimos años. En su viaje a la última morada, quien era un experto cocinero y fritador de pandeyucas, se reunirá con sus colegas y columnistas como Misael Soto Córdoba, Heraclio “el pibe” Mosquera, Falconery Ruiz Cano, Eugenio Perea Mosquera, Eduardo Halaby Rentería, Gustavo Vélez Henao, Pedro J. Echeverry Vargas, Ricardo Echeverry Vargas, Carlos Díaz Carrasco y Alfredo Cujar Garcés (Primos hermanos), Marco Tobías Cuesta, Oscar Collazos, su hermano Antonio Cañadas Garrido, y con el decano del periodismo chocoano, Reinaldo Valencia. Un riquísimo consejo de redacción celestial que nos dará luces desde el firmamento para continuar con la tarea de pacificar al Chocó, de denunciar a los corruptos, de contribuir a la democracia informando quienes son los más idóneos candidatos, de ejercer una cristalina veeduría, de alegrar los hogares con alentadoras historias, de promover a los talentos artísticos, deportivos y culturales y, de no cerrar esas páginas a los eximios escritores, periodistas y comunicadores de la región.
“Los amigos son esa familia que elegimos para recorrer el camino de la vida. Hay amistades fugaces, amistades de la infancia, amistades para toda la vida. Es un concepto enorme, maravilloso y tan difícil de abordar, que nos cuesta hacerlo con unas palabras. Os dejamos pues, con esta maravilla atribuida a Borges sobre la amistad, uno de los amores más puros y sublimes que existen”.
Los restos mortales de uno de los grandes del periodismo y del empresarismo chocoano, se abrió paso dentro del 727, número de la placa del carro mortuorio. Me resultaba incomprensible retratar dentro de un estado de consternación, esta postal repleta de sinsabores y pesares: Ivan, dentro de un cajón, rumbo a la iglesia que lo bautizó. Impensable y punzante.
La romería incidental de motocicletas, agolpadas detrás de sus despojos, parecieran rendirle un homenaje al fundador, propietario y director del Semanario Chocó 7 Días. El candente sol atrateño, esta vez se unió al lúgubre desfile por la vía principal del barrio la Yescagrande, hasta conectar con la emblemática carrera primera. Recuerdo que, bajo el brindis de una copa de licor, solíamos hacer recorridos nocturnos en su camioneta Ford 87 de color gris hablando de belleza, salud, política, periodismo, del fútbol de nuestro glorioso y sufrido Millonarios, de corrupción y, felizmente, terminábamos en un bar cualquiera del centro de la ciudad para que nos endulzaran el oído con música del Gran Combo, Celia Cruz y de Roberto Roena, clásicos que le devolvían el aliento, luego de la fatigada jornada de trabajo en la redacción y armada del periódico.
La grandeza y humildad de este hombre tiene que ver con la pasión hacia lo que sabía hacer: periodismo y empresa. Era ejemplar verlo en pantaloneta, dentro de su camioneta, rumbo al terminal aéreo y terrestre en función de repartir a Chocó 7 Días, su periódico. En Nóvita, Istmina, Bogotá, Medellín, Cali, San José del Palmar, Bahía Solano, Pizarro, Condoto, Riosucio y el resto de la geografía Chocoana, esperaban con ansia y desespero el semanario de los Chocoanos. Para él no era el cemento donde vivía ni la pose que enrostraba ostento y poderío ante sus paisanos, su sencillez y afabilidad era otra de sus cualidades que me ataron a su estampa.
El desparpajo y compromiso de éste quibdoseño, era de un asombro sin igual. No sé de cuántos momentos, llegábamos al aeropuerto a recibir los pollitos para alimentar en su avícola y surtir su asadero de pollos y a otros comerciantes. La renuencia a posar sobre mis hombros las cajas repletas de aves, fue desapareciendo al ver a mi amigo hacerlo como si él fuera su propio jefe.
Su pasión por el periodismo, otra de sus facetas admirables, data de los años 60, en los que, en su época estudiantil de abogado en la Universidad Católica de Bogotá, incursiona en las artes gráficas y funda el periódico Foro Chocoano. La Tipografía Imperio y la Avícola Tropical, fueron sus primeras acciones que contribuyeron al desarrollo empresarial de Quibdó. Fui testigo, como en la mayoría de sus actividades, de la primera venta de pollos a la broaster que le entregó a Quibdó, a domicilio. Fue toda una sensación en la ciudad por la revolucionaria idea de ofrecer a sus habitantes un apetitoso y novedoso alimento. Ave Cesar y Pollo Listo, se llamaron los asaderos, cuyas sedes principales estaban ubicadas en la carrera 4 entre calles 25 y 26, hoy Farmacia Magistral, lugar donde vivieron sus padres, Raúl Cañadas Vivas y Gabriela Garrido Ortiz.
En este paneo por los momentos más sobresalientes con éste amigo de siempre, recuerdo que, mis primeras prácticas estudiantiles de periodismo, las hice con una entrevista a Ivan Cañadas, siendo director del Instituto del Seguro Social, entidad ubicada en los terrenos donde hoy funciona el Banco de Colombia, en Quibdó. Desde ese entonces, de Iván recibía días tras día, una lección distinta para asumir la vida y el periodismo.
Víctima del sistema
La Inmensidad de la figura de Ivan Cañadas, también está relacionada con su formación ética y profesional: su apariencia conciliadora era irrefutable y aleccionante; las voces altisonantes y groseras de sus detractores las respondía con un silencio o un dejemos así. En ese sentido, el fino y cortés trato al ser humano sin importar el género, era una doctrina en su decálogo de conducta. De su alteración ante las difíciles circunstancias, descubrí de su talento amistoso para conjurarlas. El diálogo, como buen periodista, era el antes, el durante y el después dentro de las incomprensiones con sus familiares, conocidos, proveedores y sus pocos amigos.
La grandeza de este hijo de Quibdó, sobrino de Miguel Vicente Garrido, autor del himno del Chocó, iba más allá de crear un periódico para los chocoanos. Me contaba que detrás de esta iniciativa, estaba en juego el prestigio y reivindicación de la prensa regional con todos sus actores: el que vende el papel y la tinta, el que busca las noticias a pleno sol caliente y aguacero, el que redacta las noticias y columnas, el diseñador y diagramador, el fotógrafo, la secretaria y, en especial, todos aquellos niños que a las 6 de la mañana, cada 8 días, hacían fila en las instalaciones de la editorial para salir a vender el periódico y ganarse unos pocos pesos para llevar a casa. Además de sus contenidos llenos de región.
Como la mayoría de los periodistas comunitarios y alternativos del Chocó y resto del pacífico, Iván Cañadas, fue víctima del sistema político y administrativo oficial del Chocó. En ocasiones, muchas, por cierto, producto de la falta de anuncios publicitarios, publirreportajes y avisos sociales, Chocó 7 Días, se vio amenazado a la no circulación y en otras situaciones a reducir sus páginas de tiraje porque desde las instituciones públicas, se reservaban sus presupuestos destinados a la publicidad de sus actividades, para los “amigos del poder”, séquito a los que nunca quiso sumarse el director, mi amigo Cañadas, con el fin de mantener la independencia en su contenido editorial. Rebeldía que transmitió a sus colegas y al grupo de periodistas y columnistas que lo acompañamos para mantener la palabra libre de empeños. Al contrario, enaltece saber de Ivan que, de su presupuesto familiar sacaba unos pesos y lograba mitigar esos faltantes para poder entregarles el periódico a los chocoanos. Solo así podíamos circular todos los sábados.
Haber sido cofundador del periodismo del pacífico colombiano y del comercio en el Chocó, además de sus privilegiadas condiciones profesionales, humanitarias y de generosidad, son insuficientes mencionarlas en su lujoso recorrido para reconocer en el abogado y periodista Iván Cañadas Garrido, su altísimo valor como ser humano dentro de la sociedad quibdoseña, lugar donde izó la bandera de sus emprendimientos empresariales y tierra patria en la que nació y murió a sus 75 años.
Un patrimonio quibdoseño
A Ivan Cañadas, no le gustaban los homenajes. Siempre fue un hombre modesto. Su bajo perfil dentro de la sociedad, su vida privada y familiar los quiso mantener casi siempre como un tesoro escondido. Renunció a residenciarse en otra ciudad distinta a Quibdó, con mejores servicios públicos y ofertas empresariales hasta que la salud lo obligó a su traslado. Quibdó era el amor de su vida y la generosidad para con sus paisanos era incondicional y permanente.
La altísima figura, la capacidad jurídica y el talante de Ivan Cañadas, le bastaron para que Chocó 7 Días, no fuera “rapado” por las garras de los propietarios del periódico El Tiempo, quienes se creyeron dueños de la marca Chocó 7 Días. Un largo debate y juicio jurídico le dieron la razón a él y a los abogados que le acompañaron en esa ardua batalla. Él, me enseñó con este tipo de actitudes que, las obras de los chocoanos, los emprendimientos de todos los comerciantes, las iniciativas de los estudiantes y toda aquella misión que genere bienestar para Quibdó, debiera ser considerado como un patrimonio de la ciudad.
Rumbo al cementerio San José, los despojos de mi amigo, transitaban como no queriendo llegar. A su paso, quienes lo conocieron no ocultaron su congojo ante el cajón de color café, rumbo a la última morada. Para entonces eran las 2 de la tarde del día martes 11 de enero de 2022.
Un jovencito sepulturero que no pasa de 25 años, rasgaba con su cincel y martillo las paredes del sarcófago para introducir el ataúd que, en andas fue llevado por amigos y familiares. Fueron emocionados momentos de tristeza y desolación. Inconsolables y casi al desmayo, Edith, su actual compañera y madre de Miguel Vicente, uno de sus hijos, Sixta Tulia, su ex esposa, Gina, otra de sus hijos y demás herederos y amigos, le dieron el último adiós a quien recordaré por el resto de mi vida como uno de mis mejores amigos. Un hermano más, como nos declaramos en las mieles de nuestras vidas.
El día de su sepelio quería sentir mucho más cerca esa conexión con mi amigo Ivan. Acudí a su compañera Edith Palacios, para que escogiera la mejor camisa que lució Ivan, poco antes de verse golpeado por sus quebrantos de salud. Esta camisa que lucí durante la caminata funeral, la compró Ivan, y solo pudo estrenarla. El reestreno me correspondió, aún sin ir a la lavadora, situación que me alentó de una manera sobrenatural. Una prenda que conservaré el resto de mis días como uno de los más hermosos recuerdos de “Ivancho”. La vestiré de nuevo y de manera exclusiva en eventos que me hablen de Ivan/ fotos: Tomás Salas y Aldemar Valencia.
Desde la familia
Douglas Cujar Cañadas, su sobrino mayor y en representación de los familiares, con el flagelado rostro y voz entrecortada, tuvo el arrojo de caminar hasta el púlpito para honrar con un manuscrito, la memoria de Ivan Cañadas. Aquí se los presento:
Iván Cañadas Garrido:
El ser humano que enalteció los apellidos; mostrándonos un pasado de orgullo chocoanista, amor comarcano y proyectando un futuro próspero a sus familiares e hijos.
Iván, cumplió el propósito entregado por sus familiares, en el deceso de José María Cañadas “Pepe”, de mantener atada a la familia extensa a los valores sociales y el orgullo quibdoseño, sirviendo y entregando lo mejor a esta tierra “de quereres, tristezas y placeres,”
Al igual que su hermano, siguió el camino trazado por el patriarca Raúl Cañadas Vivas y sus hijos expanden la semilla de la cultura que sembraron los Garridos del valle del Cauca y abonó Miguel Vicente Garrido, el cantor del Atrato.
“Ivancho”, supo rodearse de buenos compañeros, de dirigentes probos en el pasado y de congregar en su entorno reciente amigos en busca siempre del servicio y de compartir momentos para aupar la felicidad.
Fiel a esa vieja estirpe, reunió en Bogotá a las mejores plumas para comunicar la realidad territorial en el periódico Foro Chocoano y en un acto de rebeldía política continuó la obra editorial con el semanario Chocó 7 Días, como creador, fundador y propietario.
Su permanente alegría se vio interrumpida por la enfermedad, sin acallar el deseo de buscar la integración familiar, la concordia, comprensión y paz entre los suyos.
Despedimos a Iván Cañadas, convencidos que su obra continuará en la mente y las realizaciones de Iván Enrique, de Gina, Raulito y Miguel Vicente. Ellos sabrán responder a la expectativa de la continuidad de su legado.
Paz en la tumba de este buen quibdoseño”.
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