La fiesta que por estos días se desarrolla en Quibdó, en honor San Francisco de Asís, llega a su sexto desfile con la participación del barrio Roma, localidad fervorosa que se instaló en el corazón de Quibdó y tiene a la Catedral como uno de los patrimonios religiosos y arquitectónicos más importantes de Quibdó.  

El AfroBogotano les presenta la galería fotográfica del recorrido por las calles de Quibdó, algunos avances de la ciudad, y una valiosa pieza periodística del Comunicador Social, Julio César Uribe, en la que describe, plegado a la historiografía del lugar, una semblanza política y académica del prócer de origen quibdoseño, César Conto Ferrer.

EL DILECTO HIJO DE QUIBDÓ

Otros seguiremos recordando que varias veces, en clase de español, en la Normal de Quibdó, el Profesor Plinio Palacios Muriel recitó el poema aquel que Conto Ferrer tradujo. Y que, una tarde, a la salida, nos contó que él tenía sus dudas sobre la verdad de eso que tanto se decía: que cuando César Conto Ferrer fue Cónsul de Colombia en Londres dizque había puesto un letrero que a la letra decía que se enseñaba inglés a los ingleses.

Monumento en homenaje a César Conto Ferrer. Quibdó, Parque Centenario. Foto: Julio César U. H.

Por Julio César Uribe/ El Guarengue.

En la esquina noroccidental del Parque Centenario, de Quibdó, separado del recién remozado malecón de la orilla del río Atrato por el siempre congestionado y peligroso tráfico de la Carrera Primera, contiguo al atrio de la Catedral San Francisco de Asís, se encuentra un monumento en homenaje a César Conto Ferrer, en donde diariamente cientos de quibdoseños del común se dan cita, se sientan a descansar o a charlar, se protegen del sol o se guarecen de lloviznas leves y pasajeras. El monumento es un templete inaugurado el 12 de octubre de 1924 para recibir los repatriados restos de este poeta, maestro, político, periodista, diplomático, filólogo y patricio liberal, que habían llegado a la ciudad el día anterior, en un barco a vapor llamado Quibdó, que -bordeando el Mar Caribe y remontando el Atrato- los trajo desde Cartagena, adonde habían llegado procedentes de Ciudad de Guatemala, en donde el jueves 2 de julio de 1891 -hace 128 años- murió este protagonista de decenas de batallas contra la hegemonía conservadora, forzosamente exiliado por combatir el oscurantismo, la teocracia y el cogobierno eclesiástico, en defensa de las ideas liberales, la Constitución de Rionegro, la república federal “y, como alimento de ella la educación popular, sin tributos al escolasticismo, libre, laica, científica”.

Por sus ideas, expresadas con vehemente claridad en los debates públicos y en sus magistrales y fogosos escritos de prensa, principalmente en El Liberal, de Popayán, y por su valentía y arrojo con las armas en la mano cuando no quedó otro camino, en las guerras civiles interpartidistas del último cuarto del siglo XIX; Conto se había convertido en una de las figuras más temidas por los conservadores más godos entre los godos de la época, como el cartagenero Rafael Wenceslao Núñez Moledo y el noviteño Carlos Holguín Mallarino, ambos presidentes de la república, quienes lo hostigaron hasta conseguir que su única escapatoria fuera el destierro hacia un país que, afortunadamente, lo acogió como un defensor de la libertad, como un ser humano bueno y como un intelectual. Tal y como ya había acogido al poeta bayamés José Joaquín Palma Lasso, quien había luchado por la independencia de Cuba al lado de Francisco Maceo, José Martí, Carlos Manuel de Céspedes y Máximo Gómez. Palma Lasso, compositor de la letra del Himno Nacional de Guatemala, pronunciaría, años después, un elogioso poema fúnebre, en el homenaje que un grupo de colombianos le brindara a César Conto, en el bello cementerio central de Ciudad de Guatemala, el Día de Finados del año 1898, en el séptimo año de su muerte.

César Conto Ferrer nació el 18 de enero de 1836 en Quibdó (en algunos escritos se afirma que fue específicamente en Neguá), “en el hogar de Nicomedes Conto Pontón y Marciana Ferrer Scarpetta. Siendo Presidente del Cauca, Conto nombró a su connotado primo como Superintendente de Instrucción Pública del Estado, momento este en que Isaacs dejó de ser Conservador y se volvió Liberal; estudió en Cali bajo las enseñanzas de David Peña en el destacado colegio de Santa Librada (fundado por el General Santander) y se graduó de Abogado en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en Bogotá. Hablaba inglés, francés, alemán, griego, latín e italiano; fue librepensador y miembro muy destacado de la masonería colombiana. A instancias de Murillo Toro, Conto fue el principal dirigente Radical del Cauca y el más destacado contradictor de independientes y conservadores; se enfrentó a los mosqueristas y esclavistas que pululaban en este gran Estado que cubría todo el sur de Colombia”.

El barrio César Conto es uno de 12 barrios franciscanos de Quibdó, denominados así  en referencia a su participación en la fiesta anual de San Francisco de Asís o San Pacho,  durante la cual uno cada día organiza y preside las festividades.
Fotos: Julio César U. H. Imagen: Fundación Fiestas Franciscanas de Quibdó.

Rasgos de César Conto Ferrer ampliamente reconocidos en su época son su pulcritud y su eficiencia como servidor público, particularmente como Presidente del Estado del Cauca, cargo desde el cual, en coherencia con lo más liberal de sus ideas, dio especial importancia a la educación; al punto que, según cuentan, en una ocasión ordenó al encargado del tesoro público que no le pagara su sueldo presidencial si no hallaba la manera de incrementar en mil pesos el presupuesto mensual de este ramo, tal como lo había solicitado el encargado del mismo, su primo Jorge Isaacs Ferrer. Al respecto, un conciso biógrafo de Conto expone: “Conto fue no solo un notable poeta, un excelente repentista, un avezado periodista de combate, sino también un excelente funcionario público, ya en el orden administrativo, ya en el campo jurisdiccional, ora dirigiendo las finanzas del Estado, ora también al frente de la colectividad política, a la que sirvió en la guerra y en la paz, en la fortuna, y en la adversidad, con un desinterés, con una lealtad, con una sensatez de que hay pocos ejemplos en nuestra historia política. Conto, gobernante, echó las bases de muchas realizaciones que otros habrían de aprovechar en el Estado Soberano del Cauca. La navegación fluvial y el ferrocarril del Pacífico obras suyas son. Pero donde cifró más alto su actividad gubernamental fue en el ramo docente, al que consagró, con la cooperación de hombres como Jorge Isaacs, todas sus energías y entusiasmo sin tasa”.

Igualmente, son de amplio reconocimiento su calidad como poeta, su acierto como traductor de inglés a español y su inagotable ingenio como repentista para construir al vuelo décimas tan bien hechas como divertidas.

Una muestra de lo primero es la siguiente décima:

Los mejores ojos

Ojos azules hay bellos

hay ojos pardos que hechizan

y ojos negros que electrizan

con sus vívidos destellos.

Pero, fijándose en ellos,

se encuentra que, en conclusión,

los mejores ojos son,

por más que todos se alaben,

los que expresar mejor saben

lo que siente el corazón

Imagen tomada de: César Conto. Una corona sobre su tumba.
Guatemala. Impreso en la Tipografía Nacional. 1898.

Sin dejar por fuera ninguno de los múltiples campos de acción de Conto, el periodista, escritor, educador y político liberal Santiago Pérez, Presidente de Colombia entre 1874 y 1876, resumió así el periplo vital de César Conto Ferrer:

“Conto fue alternativamente publicista y legislador, profesor y soldado, magistrado y hombre de letras. […] Varón consular, en el sentido clásico del término, Conto tuvo todas las serenidades y dio muestra oportuna de todas las energías. Aplicó la fuerza del derecho, en las salas de justicia, con la misma impasibilidad con la que aplicó el derecho de la fuerza en los campos de batalla. Administrador del tesoro público, su probidad tuvo la rigidez de la ley. La modestia de su hogar y la humildad de su sepultura son pruebas de su integridad como hombre privado; integridad que estuvo siempre en armonía con los principios y las prácticas del sistema político de que él era alto representante. Tribuno popular, no hubo facción ni clamor que lo intimidase. Orador parlamentario, no hubo razón que no tuviera en cuenta, ni sofisma que lo tomara desprevenido. Escritor correcto sin nimiedad, su argumentación era sólida y su estilo sencillo. Jamás vendió su pluma. Pudo alguna vez no tener razón, pero siempre tuvo dignidad. Poeta popular, en sus versos hay siempre espontaneidad y dulzura. Sus obras de filología llenan perfectamente su objeto. Todo esto, sin aires de magisterio en las letras, sin ceño de autoridad en política, sino jovial y galante con todos, atento con el adversario, respetuoso con el convencido”

Y así, precedido de una honra intachable y de un buen nombre resistente a apodos, de una inteligencia y de una humanidad a toda prueba, afectado por la guerra en todas sus expresiones, César Conto Ferrer llega exiliado y desterrado y expatriado a Guatemala:

Busto de César Conto en el interior del templete del monumento en su homenaje, en el Parque Centenario de Quibdó. Al fondo la puerta principal de la Catedral San Francisco de Asís. Foto: Julio César U. H.

Conto llega a las playas de este país hospitalario; siéntese enfermo, vésele enflaquecido, y está pobre; pobre, él, que había tenido en sus manos puras los tesoros de Colombia; y el Gobierno de Guatemala, sin más formalidad que la fama de que el viajero viniera precedido, le honra brindándole las cátedras de Derecho Civil Patrio y de Historia Universal, que aceptó con reconocimiento

Allí en Guatemala, dignificado por la hospitalidad nacional, acogido por sus compatriotas, querido por sus discípulos, admirado por sus colegas, César Conto Ferrer termina sus días, bajo las pródigas alas coloridas del quetzal sagrado de los mayas, contemplando los durmientes y cónicos volcanes de perfecto vértice y altura increíble. Le duele, sin embargo, la patria, esa de la que extraña “la pompa y el esplendor de mis valles caucanos, el murmullo de la fuente de mi amada tierra, la simpatía de los amigos, la ternura de la familia”. El mismísimo Rafael Uribe Uribe visitará posteriormente su tumba, en el Cementerio Central de Ciudad de Guatemala, y dejará -a la usanza de la época- una tarjeta recordatoria. Aquel Día de los Finados, cuando más de media Guatemala se ha volcado al cementerio en donde él está sepultado, es su tumba la más concurrida en el momento en el que colombianos y guatemaltecos se juntan para enaltecer su memoria.

Treinta y tres años después de muerto, César Conto Ferrer regresa a Quibdó consumido por el tiempo, su energía y su materia transformadas, como corresponde al final de la vida. Empacado en una urna. Y ni en este estado se salva de las diatribas y de los denuestos de sus contradictores: “…la iglesia católica declaró “profanado” el recinto donde habían reposado los restos de Conto Ferrer, militante e ideólogo del liberalismo radical en el siglo XIX, y se negaron a celebrar una ceremonia religiosa que debía tener lugar allí. El clérigo español Nicolás Medrano fue el principal vocero del clero en contra de la memoria del ilustre hijo de Quibdó. De Medrano se dice que “combinaba la liturgia con la política partidista”.

Ese recinto fue el salón principal del edificio de la Intendencia del Chocó, en donde tuvieron la urna con los restos mortales de Conto en cámara ardiente, antes de llevarlos al monumento construido por Luis Llach, “un monumento sencillo y elegante, de airosas proporciones, en la esquina noroeste del Parque Centenario, el cual se inauguró el 12 de octubre de 1924. Un templete con columnas muy a su gusto, de inspiración jónica, que sostenían una cúpula con nervaduras, y posada sobre esta, como remate, un águila imperial. Al interior, la urna de mármol de los talleres de Tito Ricci, de Cartagena”.

Allí, cada día, cientos de quibdoseños del común se seguirán encontrando, se seguirán resguardando del sol o de las lloviznas leves y pasajeras, se recostarán en las columnas construidas por Llach Llagostera. Quizás, no leerán aquella inscripción que rodeando la cúpula reza: Quibdó a su dilecto hijo César Conto. Y quizás no se enterarán de que ese busto en el cual se recuestan cuando hace mucho sol o cuando no quieren que los vean es él: César Conto Ferrer.

Otros seguiremos recordando que varias veces, en clase de español, en la Normal de Quibdó, el Profesor Plinio Palacios Muriel recitó el poema aquel que Conto Ferrer tradujo. Y que, una tarde, a la salida, nos contó que él tenía sus dudas sobre la verdad de eso que tanto se decía: que cuando César Conto Ferrer fue Cónsul de Colombia en Londres dizque había puesto un letrero que a la letra decía que se enseñaba inglés a los ingleses.

El fundador y director de Guayacán Orquesta, Alexis Lozano, nació y creció en el barrio César Contó, y se convirtió en uno de sus referentes artisticos e influyente de la fiesta sanpachera. Aquí lo retratamos comandando a un selecto grupo de músicos chocoanos que animaron el festejo callejero.