¿Cómo logran las drogas vencer a este órgano y hasta someterlo a su voluntad?
Por: CARLOS F. FERNÁNDEZ
Consciente de ser el comando del cuerpo y de controlar todo lo que los individuos hacen, incluso cuando están durmiendo, el cerebro confiesa que las drogas pueden interrumpir sus encopetadas tareas y cambiar, de tajo, la forma en la que funcionan el billón de neuronas que lo forman.
Ellas ─dice el cerebro en entrevista─ se aprovechan y se apoderan de las complicadas redes por las que se comunican entre sí y con el resto del cuerpo ese montón de células nerviosas.
«Cuando las drogas me visitan, al cabo del tiempo terminan tomándose por asalto mis vías de comunicación y tengo que hacer lo que ellas quieran. Eso es terrible», asegura.
Aunque reconoce que es el directo responsable y afectado por las adicciones, también cree que no es del todo impotente para quitárselas de encima. «Que la gente entienda lo que me ocurre cuando consume alguna de estas sustancias, es de gran ayuda para evitar el desastre que esto nos produce», manifiesta.
Díganos con sinceridad, ¿todo consumidor de drogas tiene un cerebro enfermo?
Le soy claro: el consumo ocasional o esporádico no me enferma automáticamente… Pero eso no es inofensivo. Por condiciones genéticas, ambientales o de cada persona, entre el 15 y el 20 por ciento de quienes prueban una droga terminan convirtiéndome en un cerebro adicto.
Adicción, tolerancia y dependencia son cosas que se confunden. ¿Podría explicarnos cada una?
Bueno: adicción es un estado mío que conduce, en este caso, al consumo abusivo de una droga con el fin de obtener bienestar o placer y de evitar las consecuencias negativas de su abstinencia; la tolerancia hace que cada vez se necesite más droga para obtener los mismos efectos, y la dependencia es la necesidad del cuerpo de tener niveles determinados de dicha droga en la sangre para funcionar física o mentalmente con normalidad.
¿Cómo es que usted se vuelve adicto?
Para empezar, déjeme decirle que sin drogas soy correcto y ordenado, pero con su presencia algunas partes mías participan activamente de la fiesta. Las principales son la corteza o materia gris, que es mi componente racional e inteligente, y el sistema límbico, que es mi parte primitiva y encargada de las emociones, los instintos, la supervivencia y las funciones vitales. Las dos (corteza y límbico) normalmente tienen sitios que se conectan entre sí a través de redes nerviosas y forman un circuito de recompensa cerebral que, a la larga, se convierte en el sistema clave para la adicción. No quiero que pierda de vista a unas sustancias naturales como la dopamina, la serotonina, las endorfinas y las encefalinas, apodadas neurotransmisores y que llevan mensajes entre neuronas. ¿Listo?
Aún no me ha respondido como se vuelve adicto…
La primera vez que recibo drogas estas engañan al sistema de recompensa y lo hacen liberar dopamina, con lo que crean sensaciones de bienestar y de placer, que yo clasifico como importantes; eso me obliga a prestarles atención y a recordarlas. Si esto se prolonga o se repite hace que artificialmente se mantenga ese placer, que por sí solo no soy capaz de conseguir. El asunto es que el sistema límbico empieza a trabajar más de la cuenta y cree, moldeado por la evolución, que la satisfacción es algo que hay que preservar como parte de la supervivencia, al punto que, progresivamente, se producen cambios en mi estructura que ven el placer como algo normal. Cosa que solo se consigue con la droga.
¿Y eso se puede frenar?
Entienda que aquí la corteza cerebral es doblegada por el sistema límbico. Lo racional cede y se imponen, como le digo, lo instintivo y la falsa interpretación del bienestar producido por el engaño de las drogas que yo percibo como necesario para la sobrevivencia. Por eso, el primer consumo es voluntario y consciente; después es un acto irracional, urgente y forzado, difícil de evitar.
En concreto, ¿qué le hacen las drogas para terminar dependiendo de ellas?
Como ellas me inundan artificialmente de neurotransmisores como la dopamina, mis neuronas perciben que tienen más de la que necesitan, y la dejan de producir o le cierran sus puertas (disminuyen receptores). Eso hace que la capacidad de la dopamina para producir placer se vaya debilitando. Consecuentemente, la gente se siente triste, deprimida y no concibe la vida sin el bienestar al que ya está acostumbrada. En ese punto, la única forma de alcanzarlo es a través de la droga. Hay que consumir cada vez más. No tengo escapatoria.
Vamos a la práctica, ¿cómo actúa sobre usted la cocaína?
Es un estimulante que en las neuronas de los circuitos que le dije, impide que las neuronas recapturen la dopamina. Con eso logra que haya grandes cantidades de esta sustancia, que aumente y prolongue esa estimulación que para mí es placentera. El resto ya lo sabe.
¿Y la heroína?
Ella es una gran actriz, que se hace pasar como neurotransmisor natural, con lo que engaña a mis neuronas y las estimula directamente. Su estímulo lo percibo como un bienestar desbordado que, de prolongarse o repetirse, terminan afectándome por el mismo mecanismo.
¿Y las anfetaminas?
Ellas logran que las neuronas produzcan más dopamina y noradrenalina, otro neurotransmisor.
¿Y el éxtasis y el LSD?
El éxtasis aumenta la dopamina y la serotonina. El LSD actúa principalmente a través de la serotonina; eso hace que los dos sean alucinógenos. Otro día le hablo de eso.
¿Y el cigarrillo y el alcohol?
La nicotina tiene en mis neuronas unos receptores específicos que las empujan a liberar unas sustancias entre las que está la dopamina. El alcohol, por su parte, es un depresor que logra activar mis circuitos de recompensa a través del ácido gama-amino-butírico (GABA). El resto es similar.
¿Es cierto que un cerebro adicto a las drogas no tiene cura?
Quisiera, por mi bien, decir que eso no es cierto. La verdad es que la drogadicción es una enfermedad crónica, que si bien no tiene cura se puede tratar. Existen protocolos eficaces de intervención que deben aplicarse a la medida de cada persona, según el tipo de droga, el grado de afectación y las condiciones en las que se encuentre. Todos son interdisciplinarios y deben ser orientados por expertos con metas claras. Insisto: la drogadicción es una enfermedad.
¿Quiere decir algo más?
Sí, que la mejor estrategia para evitarme daños es la prevención aplicada con seriedad desde la primera infancia. Es lo único en lo que creo de verdad… Y sé por qué se los digo.
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